Isaac figura de Cristo (Reflexión en vídeo y audio)


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Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia. Hebreos 11:17, 18.
En la ofrenda de Isaac, Dios tuvo el propósito de prefigurar el sacrificio de su Hijo. Isaac era una figura del Hijo de Dios que fue ofrecido como sacrificio por los pecados del mundo. Dios deseaba impresionar en Abrahán el Evangelio de salvación para los hombres... Había de entender en su propio caso cuán grande era la abnegación del Dios infinito al dar a su Hijo para rescatar al hombre de la ruina.
Para Abrahán, ninguna tortura mental podría igualar a la que sufrió al obedecer la orden de sacrificar a su hijo... Padre e hijo edifican el altar, y llega a Abrahán el terrible momento de hacer saber a Isaac lo que ha hecho agonizar su alma durante toda esa larga jornada: que Isaac mismo es la víctima... El hijo se somete al sacrificio porque cree en la integridad de su padre. Pero cuando todo está listo, cuando la fe del padre y la sumisión del hijo están plenamente probadas, el ángel de Dios detiene la mano levantada de Abrahán y le dice que es suficiente, “porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único”. Génesis 22:12.—The Youth’s Instructor, 1 de marzo de 1900.
En el ejemplo de Abrahán se nos enseña que nada de lo que poseemos es demasiado precioso para darlo a Dios... Nuestro Padre celestial entregó a su Hijo amado a las agonías de la crucifixión. Legiones de ángeles contemplaron la humillación y angustia de alma del Hijo de Dios, pero no se les permitió interponerse como en el caso de Isaac. No se oyó ninguna voz que detuviera el sacrificio. El amado Hijo de Dios, el Redentor del mundo, fue insultado, mofado, escarnecido y torturado hasta que reclinó la cabeza en la muerte. ¿Qué prueba mayor podía dar el Ser infinito de su amor divino y compasión? “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” Romanos 8:32.—The Signs of the Times, 1 de abril de 1875.
Por E.G.White "A Fin de Conocerle", página 17.

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