La Roca Herida (Reflexión en vídeo y audio)
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He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña en Horeb; y golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo. Y Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos de Israel. Éxodo 17:6.
De la roca que Moisés hirió, brotó primeramente el arroyo de agua viva que refrescó a Israel en el desierto. Durante todas sus peregrinaciones, doquiera fuese necesario, un milagro de la misericordia de Dios les proporcionó agua...
Cristo era quien, por el poder de su Palabra, hacía fluir el arroyo refrescante para Israel. “Bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo”. 1 Corintios 10:4. Él era la fuente de todas las bendiciones, tanto temporales como también espirituales... La roca herida era una figura de Cristo... Así como las aguas vivificadoras fluían de la roca herida, de Cristo “herido de Dios”,
“herido... fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados” (Isaías 53:4, 5), fluye la corriente de la salvación para una raza perdida. Como la roca fue herida una vez, así también Cristo había de ser “ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos”. Hebreos 9:28. Nuestro Salvador no había de ser sacrificado una segunda vez; y solamente es necesario para los que buscan las bendiciones de su gracia que las pidan en el nombre de Jesús, exhalando los deseos de su corazón en oración penitente. La tal oración presentará al Señor de los ejércitos las heridas de Jesús, y entonces brotará de nuevo la sangre vivificante, simbolizada por la corriente de agua viva que fluía para Israel...
El agua refrescante, que brota en tierra seca y estéril, hace florecer el desierto y fluye para dar vida a los que perecen, es un emblema de la gracia divina que solo Cristo puede conceder, y que, como agua viva, purifica, refrigera y fortalece el alma. Aquel en quien mora Cristo tiene dentro de sí una fuente eterna de gracia y fortaleza.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 436-438.
Por E.G.White "A Fin de Conocerle", página 20.
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