Adoradle
Una de las grandes diferencias que existen entre el Dios del cielo y los dioses falsos es la forma en que sus súbditos reaccionan ante su intervención en su vida. Los que adoramos al Dios verdadero ansiamos ver una manifestación y sentir su presencia. En cambio, los que creen en la existencia de dioses viven llenos de temor.
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Cuando de relación con nuestro Dios se trata, es siempre un gran gozo saber que nos contesta y se manifiesta en nuestra vida. El contacto con Dios produce gozo, paz y una tranquilidad inexpresable. El asombro que el contacto con nuestro Dios produce es tal que en la mayoría de los casos suscita el deseo casi inconsciente de adorar. Se llena el alma con un deseo de cantar, de alabar, de hacer que todo el mundo sepa de la relación existente con nuestro Dios.
Es difícil hacer una distinción clara entre estar maravillados y la adoración. Cuando la majestad de Dios se revela, aunque no siempre se irrumpa en un canto, o se exprese una palabra de alabanza, la gran verdad es que casi siempre, aunque sea en el silencio, se eleva una oración de gratitud y se alaba al Dios del cielo. La manifestación de Dios nos da la certeza que nuestra fe no es en vano, y nos da plena confianza de la salvación que él ha hecho posible.
El ejemplo de los pastores es un gran ejemplo para nosotros: “Volvieron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, tal como les había sido dicho': No podían esconder la gran verdad descubierta. El canto de los ángeles los maravilló; el mensaje que recibieron los llenó del deseo de lograr que otros supiesen de su gran descubrimiento. Esa experiencia se ha repetido un sinnúmero de veces, porque cada ser humano que descubre a Dios y con humildad se somete a él tiene una experiencia similar de gozo y adoración. Nunca se debe olvidar que Dios desea que tengamos vida en abundancia, que tengamos gozo y seamos felices. Todas estas cosas están relacionadas con la adoración. Que hoy podamos descubrir a Dios a toda hora y tener un canto en el corazón por lo que el Señor ha hecho, está haciendo y hará por nosotros.
Israel Leito
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Es difícil hacer una distinción clara entre estar maravillados y la adoración. Cuando la majestad de Dios se revela, aunque no siempre se irrumpa en un canto, o se exprese una palabra de alabanza, la gran verdad es que casi siempre, aunque sea en el silencio, se eleva una oración de gratitud y se alaba al Dios del cielo. La manifestación de Dios nos da la certeza que nuestra fe no es en vano, y nos da plena confianza de la salvación que él ha hecho posible.
El ejemplo de los pastores es un gran ejemplo para nosotros: “Volvieron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, tal como les había sido dicho': No podían esconder la gran verdad descubierta. El canto de los ángeles los maravilló; el mensaje que recibieron los llenó del deseo de lograr que otros supiesen de su gran descubrimiento. Esa experiencia se ha repetido un sinnúmero de veces, porque cada ser humano que descubre a Dios y con humildad se somete a él tiene una experiencia similar de gozo y adoración. Nunca se debe olvidar que Dios desea que tengamos vida en abundancia, que tengamos gozo y seamos felices. Todas estas cosas están relacionadas con la adoración. Que hoy podamos descubrir a Dios a toda hora y tener un canto en el corazón por lo que el Señor ha hecho, está haciendo y hará por nosotros.
Israel Leito
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