No te dejes intimidar

"Y les dirá: "Oye, Israel, vosotros os juntáis hoy en batalla contra vuestros enemigos; no desmaye vuestro corazón, no temáis, ni os azoréis, ni tampoco os desalentéis delante de ellos; porque Jehová vuestro Dios va con vosotros, para pelear" Deuteronomio 20:3, 4.

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Toda guerra abierta va precedida de una fase psicológica en la que los contendientes tratan de intimidarse mutuamente. Todo general sabe que es preferible ganar la guerra sin pelear a sacrificar muchos de sus soldados. Es tal el costo de muchas victorias que apenas quedan ánimos para disfrutar de las mismas. En la batalla que los israelitas estaban por pelear, parecía que el enemigo ya contaba con la baza de la victoria psicológica. Hizo falta un discurso formidable para recordarles que no todo estaba perdido, que Dios estaba de su lado y que, por lo tanto, no tenían por qué temer al enemigo.

En la historia de Gedeón encontramos que él estaba desanimado para emprender tan gran empresa. Vez tras vez supeditó su decisión a prueba para estar absolutamente seguro de que tendría la victoria. Si el propio Gedeón, que había escuchado la voz de Dios y había visto las pruebas de fe contestadas positivamente, tenía dudas, entonces no debemos juzgar demasiado severamente a sus soldados más dubitativos.

Dios conocía los corazones de los pusilánimes, que ya habían perdido la guerra psicológica y podían desanimar a los fieles. Por lo tanto, entró en el proceso de la depuración del ejército. No quería de ninguna manera que Gedeón o sus soldados llegasen a pensar que la victoria era de ellos. Dios usó psicología inversa para ayudarlos a entender que solamente confiando en él se logran las cosas. Los ejércitos tratan de intimidar al oponente con un gran número de hombres, con el despliegue del armamento más sofisticado y con la ventaja de la sorpresa. La actuación de Dios fue exactamente la opuesta a esto. Se valió de pocos hombres. Nunca antes se había ganado una guerra con toques de trompeta y lámparas. Y es que no hay batalla que él no pueda ganar.

Tenemos la seguridad de que él está de nuestro lado, que no hay por qué temer. No hay por qué prepararse a hacerle frente al enemigo como él espera, porque de Jehová es la victoria, y él ya ganó la batalla. Confiemos en nuestro Dios y él hará.

Israel Leito

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