Confiad, yo he vencido


Jehová habló a Moisés diciendo: «Habla a los hijos de Israel y diles: "Cuando hayáis entrado en la tierra que vais a habitar y que yo os doy, presentaréis una ofrenda quemada del ganado vacuno, del ganado ovino, como grato olor a Jehová, en holocausto o sacrificio por un voto especial, o como sacrificio voluntario, o por vuestras festividades"». Números 15: 1-3

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Cuando Dios guía, no deja lugar a la duda. El Señor no habla de posibilidades, sino de certezas. Al hablar de la futura posesión de la tierra de Canaán por parte de los israelitas, Dios no dijo «si llegáis a entrar>, sino «cuando hayáis entrado». No había duda de que iban a entrar.

Nuestro Dios habla con confianza, porque sabe que sus palabras siempre se cumplen. Él no ha perdido una sola batalla, nunca ha defraudado a sus hijos que confían en él. Cuando él promete, cumple.

Para darles más confianza en la certeza de que iban a entrar a la Tierra Prometida, Dios les dio muchas instrucciones. No habría escasez de alimentos; podían confiar que siempre habría. Tanto era así que podían permitirse el lujo de no sembrar la tierra cada séptimo año. Tendrían lo suficiente. Ni siquiera necesitarían sus esclavos después de siete años, y podrían darse el lujo de soltarlos cada siete años, recompensándolos adecuadamente por sus servicios.

Las instrucciones no eran para un pueblo dubitativo, sino para un pueblo que confiaba en la promesa de Dios, un pueblo que fue animado con certezas acerca de «cuando hayáis entrado en la tierra que vais a habitar y que yo os doy». Las cosas acerca de las que Dios estaba instruyendo a Moisés nunca las habían experimentado. Abundancia de alimento regular, no maná, y un país para desarrollarse en libertad; ganado en abundancia para suplir sus necesidades y para ofrecer holocaustos; espacio suficiente y confianza y seguridad de tal naturaleza que podían permitir a extranjeros vivir entre ellos. Dios no hablaba de posibilidades, sino de certezas.

Ese Dios poderoso es el mismo hoy: Como ayer. No nos habla de posibilidades, sino de certezas. Porque es nuestro Dios podemos confiar en él plenamente. La historia de su intervención en los asuntos de los hombres nos ayuda a reconocer la seguridad que podemos tener en sus promesas. Confiemos hoy en nuestro Dios.

Israel Leito

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