Huyendo del peligro


El prudente ve el mal y se esconde, pero los ingenuos pasan y reciben el daño. Proverbios 22:3.

Cuando era misionero en la selva peruana, aprendí a convivir con los peligros y las dificultades de una selva que no conocía. Uno de esos peligros era la presencia de víboras en los lugares más inesperados. Con el tiempo, creo que Dios me ayudó a desarrollar el extraño instinto de presentir cuando alguna serpiente andaba cerca.

En cierta ocasión me dirigía a la aldea de Zotami, por una senda estrecha en medio de la vegetación, cuando súbitamente sentí el peligro. Quedé completamente inmóvil, en silencio, observando cualquier detalle a mi alrededor. En pocos segundos vi a la víbora con la cabeza levantada, dispuesta a atacar. Por lo general, las víboras no atacan, sencillamente se defienden cuando alguien pasa su perímetro de protección. Con frecuencia, somos nosotros los que, sin darnos cuenta, entramos en el territorio de ellas, y es entonces cuando atacan motivadas por la supervivencia.

Esa mañana el indeseado animal estaba justamente a orillas de la senda. Yo no tenía otro camino por donde seguir, y pasar por entre la vegetación era algo que no me animaba a hacer en esas circunstancias. Quedé varios minutos esperando que ella se fuera, pero no se iba. Después de un tiempo bajó la cabeza y quedó agachada, a la espera.

De repente surgió una idea en mi mente. Tomé mi zapato y lo tiré hacia donde estaba la víbora. Instantáneamente ella saltó sobre el zapato y después desapareció a toda prisa.

Con qué sabiduría Salomón crea un contraste entre el necio y el prudente. ¿Por qué buscar el peligro? El prudente ve el mal y se aparta. Si Adán y Eva hubiesen hecho eso, no habrían sido entrampados. Dios les había advertido: El único lugar donde el enemigo puede engañarlos es cerca del árbol de la ciencia del bien y del mal. "Permanezcan lejos de él", dijo el Señor. Pero ellos pensaron: "¿Qué tiene de malo?", y jugaron con el peligro.

Conozco a jóvenes que arruinaron sus vidas por jugar con el mal. "¿Qué hay de malo en fumar un cigarrillo, sólo por curiosidad?" "¿Cómo voy a saber que la droga hace mal si no la pruebo?" "¿Por qué el sexo antes del casamiento es pecado, si el amor es maravilloso?", preguntan y justifican sus actitudes aproximándose al mal. "Pasan", experimentan, dice Salomón. Sólo que el tiempo es el juez implacable y da su veredicto: "drogadicto", acabado", "condenado", "perdido". Que Dios nos ayude a ser inteligentes para evitar el mal.

Pr. Alejandro Bullón

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