El prójimo no tiene rostro
Respondiendo Jesús, dijo: "Un hombre que descendía de Jerusalén a Jericó cayó en manos de ladrones, los cuales lo despojaron, lo hirieron y se fueron dejándolo medio muerto" S. Lucas 10:30.
La parábola del buen samaritano es la respuesta de Jesús al doctor de la ley que le preguntó: "¿Quién es mi prójimo?" (vers. 29).
"Un hombre..." La Biblia no identifica a ese hombre. No menciona su raza, ni su posición social, ni su lengua, ni su nacionalidad. "Un hombre...", y nada más. No necesitamos saber otra cosa acerca de alguien que está pasando necesidad. Jesús ocultó los detalles de la identidad de ese hombre por algún motivo que necesitamos entender.
Entre Jerusalén y Jericó había varios kilómetros de carretera peligrosa, rocosa y desierta. Era el lugar preferido por ladrones y salteadores, quienes, amparados en la soledad y la oscuridad del lugar, podían hacer de los viajeros víctimas fáciles. Y en la historia encontramos a ese hombre como una de estas víctimas.
La Biblia dice que los salteadores lo despojaron. Estaba desnudo. Nadie podía identificarlo por la ropa, si eran finas o baratas, si eran de este o aquel país. También habían desaparecido los anillos y las joyas (que los hombres utilizaban en esos tiempos), de modo que nadie podía saber si eran joyas falsas o joyas auténticas las que llevaba, para poder de ese modo determinar su capacidad financiera. Y para completar el cuadro de anonimato, estaba inconsciente, no podía hablar y nadie podía oír el acento para decir si el hombre era argentino, brasileño, colombiano o mejicano.
Lo que Jesús quiere decirnos hoy es que nuestro prójimo no tiene rostro ni identidad. Lo que está tratando de enseñarnos es cuál debería ser nuestra actitud con los que sufren. Nuestra preocupación nunca debe ser identificar a la persona antes de ayudarla. No importa si la persona que sufre es rica o pobre, negra o blanca, culta o inculta, buena o mala, palestina o irakí. Como cristianos, debemos estar del lado de los que sufren. No podemos quedarnos del lado de los pobres contra los ricos, ni de los buenos contra los malos. "Un hombre..." Ese es nuestro prójimo.
Entre los pobres existen personas que sufren hambre y frío. Pero también hay personas que sufren entre los ricos: sufren angustia, soledad y crisis existencial. Y la orden de Jesús es ayudar a los que están sangrando. Los que sangran por fuera y los que sangran por dentro. No mires su rostro, ni su piel, ni su nacionalidad. Busca, simplemente, a los que sufren. Ése es tu prójimo.
A lo largo de este día, trata de encontrar a alguien que sufre y muéstrale el amor de Jesús.
Pr. Alejandro Bullón
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