¡Esfuérzate! pero...


Nunca se apartará de tu boca este libro de la Ley, sino que de día y de noche meditarás en él para que guardes y hagas conforme a todo lo que está escrito en él, porque entonces harás prosperar tu camino Y todo te saldrá bien. Josué 1:8
Para muchos, el versículo de esta mañana podría sugerir la idea de que la prosperidad y el éxito en la vida del cristiano es simplemente el resultado del fiel cumplimiento de todos los mandamientos. Pero en el versículo 5, antes de dar a Josué la orden del versículo 8, Dios le dice: "Como estuve con Moisés, estaré contigo".

Moisés era un hombre de una extraordinaria comunión con Dios. En el capítulo 11 de Hebreos es presentado en la galería de los vencedores. En cierta ocasión quedó a solas con Dios cuarenta días y cuarenta noches. Sólo tenemos registro de algo semejante en la vida de Jesús. Sin duda, la vida victoriosa de Moisés fue el resultado de su vida de comunión diaria con la fuente del poder.

Pero Moisés había muerto, por lo que la responsabilidad de liderar al pueblo de Dios, en la conquista de la tierra prometida, recaía sobre los hombros de Josué. "Nadie podrá hacerte frente", le dice Dios para animarlo, "como estuve con Moisés, estaré contigo". En otras palabras: "Viviremos juntos y juntos seremos invencibles. Esfuérzate, y tu esfuerzo, santificado por mi presencia en tu vida, será capaz de cumplir todo lo que está escrito en el libro de la Ley. Y el resultado final será la prosperidad y el éxito".

Es muy fácil olvidar el orden de las cosas establecido por Dios para una vida victoriosa: 1) Comunión con Cristo. 2) Él en nosotros santificando la voluntad. 3) Esfuerzo con la voluntad santificada por la presencia del Espíritu Santo. 4) Obediencia completa a los mandamientos, lo que trae consigo la prosperidad y el éxito.

Si invertimos el orden, ciertamente estaremos en problemas. El esfuerzo con la voluntad pecaminosa, propia del ser humano, nos llevará al fracaso. El esfuerzo humano es necesario, pero sólo es válido con la voluntad santificada, y la voluntad sólo es santificada por la presencia del Espíritu Santo en la vida; es decir, por la comunión ininterrumpida con Jesús.

Si por algún momento nos desligamos de Jesús, la voluntad deja de ser santificada, vuelve a ser una voluntad pecaminosa y no tiene la mínima posibilidad de victoria. En la mejor de las hipótesis, sólo puede aparentar, disfrazar, fingir que está cumpliendo todo, pero los actos son huecos por dentro. Por eso son como trapo de inmundicia delante de Dios.

¿Estás listo para salir a las actividades del día? Recuerda: Junta tu débil voluntad con la voluntad divina; deja que él viva en ti y sé victorioso en él.

Pr. Alejandro Bullón.

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