El arca, otro símbolo de Jesús


Harán también un arca de madera de acacia, cuya longitud será de dos codos y medio, su anchura de codo y medio, y su altura de codo y medio. Éxodo 25:10.

El arca del tabernáculo es otra de las figuras de Cristo en la Biblia. Él es el arca de la redención, y hoy continúa brillando en el santuario celestial. ¿Qué podemos aprender del arca? Mucho, sin duda, pues cada faceta del carácter de Jesús nos enseña algo.

El arca era un cofre sencillo: su anchura era de un codo y medio y su longitud de dos codos y medio. Jesús es siempre majestad sencilla, no necesita adornos externos para llamar la atención.

El material de la estructura del arca era madera. Esto mostraba su humanidad: los árboles brotan del humilde suelo. Aquí Cristo aparece retratado como "la descendencia de Eva": se viste de harapos. En su cuerpo sufrirá el castigo que nosotros merecemos. Su estructura puede ser de madera, pero no es la madera común, es acacia, madera que no se corrompe, que no sucumbe ante los insectos del pecado, que resiste las inclemencias del tiempo y de la mediocridad humana. Era maravilloso verlo andar por la tierra sin contaminarse con el lodo. Aunque su naturaleza era perfecta, fue tentado en todo, pero no pecó, porque vivió una vida de dependencia permanente de su Padre y nos enseñó cuál es el camino hacia la victoria.

El arca era más que madera, estaba recubierta de oro. Él no era sólo hombre, también era plenamente Dios. De otra manera su sacrificio sería apenas la muerte de un mártir, pero no tendría poder salvador. El oro también nos habla de la excelencia de su carácter, el que Jesús quiere reproducir en la vida de sus hijos. Por eso el arca guarda la ley. La ley es el reflejo de su carácter. El hombre puede negar la vigencia de la ley, puede pensar que fue clavada en la cruz, puede rechazarla, si quiere, pero Cristo en persona se ofreció para guardar sus principios en el corazón. Las guardó en la recámara de su pecho: "Tu Ley está en medio de mi corazón", dice (Salmos 40:8).

Son los principios de esa ley que Jesús quiere grabar con fuego de amor en nuestra vida, para que sean indelebles, para que no necesitemos de algo escrito, para que la obediencia sea natural, que brote del corazón.

Pr. Alejandro Bullón.

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