Tiempos de refrigerio
Así que, arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de consuelo. Hechos 3:19.
Al terminar una gran reunión, un hombre me buscó y me dijo: "Pastor, estoy viviendo una situación pecaminosa hace más o menos dos años. Sé que estoy equivocado, pero no tengo la mínima voluntad de abandonar esa situación". Mi pregunta es: "¿Puede Dios hacer algo por una persona que, consciente de su situación, peca, pero no tiene el mínimo deseo de abandonar su vida pecaminosa?"
Con frecuencia pensamos que para ir a Jesús y ser aceptados por él primero necesitamos arrepentirnos de nuestra vida pasada, pero, al describir el verdadero arrepentimiento, una escritora dice:
"Efectuar un arrepentimiento como éste está más allá del alcance de nuestro propio poder; se obtiene solamente de Cristo, quien ascendió a lo alto y ha dado dones a los hombres. Precisamente éste es un punto en cual muchos yerran, y por esto dejan de recibir la ayuda que Cristo quiere darles. Piensan que no pueden ir a Cristo a menos que se arrepientan primero, y que el arrepentimiento los prepara para el perdón de sus pecados. Es verdad que el arrepentimiento precede al perdón de los pecados, porque solamente el corazón quebrantado y contrito es el que siente la necesidad de un Salvador. Pero ¿debe el pecador esperar hasta que se haya arrepentido antes de poder ir a Jesús? ¿Ha de ser el arrepentimiento un obstáculo entre el pecador y el Salvador?" (El camino a Cristo, págs. 23, 24).
Hay mucha diferencia entre estar arrepentido y tener remordimiento. El remordimiento es sentir miedo por haber roto una ley. El arrepentimiento es sentir dolor por haber lastimado el corazón de Jesús. El arrepentimiento no pasa por la desesperación como consecuencia del pecado. Cuando alguien es descubierto en pecado, teme y generalmente promete a Dios que a partir de ese momento las cosas cambiarán, pero cuando el peligro pasa, todo vuelve a ser como antes. El arrepentimiento es diferente; nace de la comprensión del amor de Dios. La persona es tocada por la misericordia divina, sabe que Dios la ama como es y reacciona ante ese amor corriendo a los brazos de Jesús, diciéndole: "Señor, soy malo y perverso, he lastimado tu corazón, ten piedad de mí". En ese momento Dios inspira en él el deseo de abandonar la vida equivocada; la persona llega a ser consciente de que cada error es un martillazo más en los clavos que crucificaron a Jesús, y cambia de vida. Miles y miles de personas a lo largo de la historia llegaron a Jesús como estaban, y él operó el milagro de transformarlos.
Tú tienes hoy ante ti un nuevo día. Corramos a Jesús sin miedo. Contemplemos su amor y permitamos que nuestro corazón responda arrepentido al sacrificio de su amor inmensurable.
Pr. Alejandro Bullón
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