La recompensa de la decisión


Rut respondió: "No me ruegues que te deje y me aparte de ti, porque a dondequiera que tú vayas, iré yo, y dondequiera que vivas, viviré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios, mi Dios" Rut 1:16.

El versículo de hoy presenta la respuesta de Rut ante un momento de gran decisión, lo cual, por las implicaciones de la misma, se constituye en la nota relevante del libro.

Rut estaba en la encrucijada de la vida: volver o seguir adelante. Volver significaba adorar a dioses hechos por manos humanas, dioses de fabricación casera que podían adaptarse a los caprichos humanos, que entretenían, pero que no daban sentido a la vida. Seguir adelante significaba ir a lo desconocido, pero consciente de que el Dios Todopoderoso de Noemí no la abandonaría.

La respuesta de Rut, más que una simple expresión de amor, es la definitiva aceptación de la fe que hacía de Noemí una mujer admirable. "Tu Dios... mi Dios". El único conocimiento que la moabita tenía del Dios verdadero era el que la suegra le había mostrado con su vida silenciosa y delicada. No son los argumentos teológicos los que convencerán a las personas de que el cristianismo funciona; es la vida simple e inspiradora del cristiano, en la calle, en el barrio donde vive, en la fábrica donde trabaja, en la escuela donde estudia.

La decisión de Rut involucraba un cambio completo de hábitos. Otra gente, otro país, otras costumbres: todo nuevo, todo desconocido para ella. Pero siempre que las personas sean conquistadas por Jesús, no hay dificultades que les impidan tomar su decisión. En la tierra de Israel hubo tiempos de escasez; para sobrevivir tuvo que trabajar duramente en las plantaciones de cebada, y pasó por momentos de soledad. Los que se deciden por Cristo estarán siempre listos a sufrir por causa de Cristo. A los que escogen servirlo, Dios nunca les prometió que no tendrían dificultades, sino que en medio de las dificultades nunca estarían solos.

El libro de Rut termina contando el fin maravilloso de los que se deciden por Cristo. Las dificultades nunca serán eternas -la falta de empleo por causa del sábado, la pérdida de buenos negocios por causa de los principios, las renuncias a la gloria de este mundo por amor a Jesús-, todo será finalmente recompensado.

En las eras de Belén estaba Booz, un símbolo de Jesús; un hombre rico, poderoso, dueño de todos los campos que rodeaban esa ciudad. Él la redimió, le dio su nombre, la llevó a su palacio, se casó y la hizo una señora respetable.

En ese matrimonio encontramos las raíces genealógicas de Jesús, que un día vino a buscarnos, a redimirnos y a llevarnos a su palacio para devolvernos, finalmente, la dignidad, el respeto propio y la imagen divina que el pecado nos robó. ¿Cómo agradecer tanto amor?

Pr. Alejandro Bullón.

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