El siervo sufriente


Entonces su amo lo llevará ante los jueces, lo arrimará a la puerta o al poste, y le horadará la oreja con lezna. Así será su siervo para siempre. Éxodo 21:6.

Aquí encontramos otra figura maravillosa de Cristo. El relato que nos trae el texto de hoy nos habla de un incidente de la vida doméstica. Un siervo hebreo es el protagonista de la historia: el tiempo de su esclavitud acabó; el amo ya no tiene derecho sobre él. Puede quedar libre si quiere, pero la libertad no tiene atractivo para él. Existen vínculos que lo unen a su señor. Sus mayores alegrías están aquí, y, finalmente, concluye: "Amo a mi Señor, a mi mujer y a mis hijos; no quiero salir libre" (vers. 5).

Entonces, en una ceremonia sencilla, llaman a los jueces y a los testigos y se le hace una herida en el cuerpo como símbolo visible y permanente: "Su amo lo llevará ante los jueces, lo arrimará a la puerta o al poste, y le horadará la oreja con lezna. Así será su siervo para siempre". A partir de ese momento el siervo no es siervo por obligación, sino porque quiere.

En Salmos 40:6 encontramos la figura de Cristo como siervo. Tal vez nuestra mente finita nunca llegue a entender la inmensidad del amor de Cristo, que, siendo igual a Dios, dejó todo por amor al hombre. Los ángeles se ofrecieron para venir en su lugar; no podían soportar la idea de ver a Jesús en la posición de un siervo, muriendo la muerte ignominiosa de la cruz. Pero ningún ser creado podía hacer la expiación por el hombre; sólo lo podía hacer Jesús y nadie más. En la forma de siervo, vino a este mundo y tuvo que andar lentamente cada paso marcado en la profecía. Su comida y bebida eran hacer la voluntad de su Padre. No tuvo descanso; vivió en una ciudad despreciada. Trabajó como carpintero y usó sus herramientas. Bebió el cáliz de su humillación y, cuando se aproximó el momento final, aceptó el cáliz más amargo: el jardín del Getsemaní fue su agonía. El siervo cargó con el pecado de todo el mundo. No reclamó, no exigió justicia; sencillamente amó en silencio y finalmente muno.

Ese es el carácter de siervo que quiere reproducir en la vida de quienes lo siguen: la docilidad de su carácter para entregar mansamente las orejas, ser agujereados y servirlo por amor. ¿Cómo llegar a ese punto de carácter? Sólo hay un camino: vivir cada día y cada minuto sintiendo su presencia a nuestro lado. Más que eso, sentir su presencia en nosotros, por medio del Espíritu Santo.

Pr. Alejandro Bullón.

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