Ayuda para los que ya no tienen fuerza


¿En qué has ayudado al que no tiene fuerzas? ¿Cómo has protegido al brazo débil? Job 26:2.

Un martes del mes de marzo de 1991, el auto de Isaías Apolinário, diácono de la iglesia de Riacho Grande, en San Pablo, fue violentamente interceptado por otro automóvil, del cual descendieron tres hombres armados. Ese fue el comienzo de una pesadilla que conmovió a la Iglesia Adventista y a la opinión pública brasileña. Isaías Apolinário había sido secuestrado y los delincuentes pedían dos millones y medio de dólares por su rescate.

Los secuestradores llevaron al cautivo a una choza en el barrio de Diadema y lo encerraron en un cubículo de un metro y medio por dos. Un colchón de espuma de 7 cm de espesor, tirado en un rincón del suelo húmedo, fue todo lo que el anciano de 73 años tuvo para reposar el cansado cuerpo durante los largos días en que permaneció en poder de los secuestradores.

¿Adónde van los hijos de Dios cuando aparecen las dificultades? Esos trece días quedarán en la memoria de la familia Apolinário no sólo como días de tensión, miedo y expectativa, sino como días en la dura escuela del sufrimiento, días en los que aprendieron lo que significa el poder protector de Dios.

Pasado el momento inicial de sorpresa, y consciente de su situación de prisionero, Isaías entregó su vida a Dios y le dijo: "Señor, tuviste cuidado de mi vida a lo largo de todos estos años. Has sido muy bueno conmigo y me has dado mucho más de lo que merezco. No te pido ahora tanto por mí, te pido por mi familia. Finalmente, yo sé cómo estoy. Estoy vivo por tu misericordia, pero mi familia sufre sin saber nada de mí. Confórtala y dale la certeza de tu amor y misericordia".

Los días pasaban y parecían cada vez más interminables. La humedad del cubículo en que se encontraba comenzó a afectarle los bronquios. Tomó un diario viejo y lo colocó en la espalda y en el pecho para poder dormir. Estaba cansado; ya no era joven para resistir una experiencia como esa. Pero el texto de hoy dice: "¿En qué has ayudado al que no tiene fuerzas? ¿Cómo has protegido al brazo débil?" Y ese Dios maravilloso nunca dejó de estar presente en la vida de ese anciano y de la familia, que cuando se sentía desanimada, experimentaba la ayuda y el consuelo que sólo Jesús puede dar.

Finalmente, trece días después del secuestro fue dejado libre en la Via Anchieta con el dinero suficiente como para tomar un ómnibus y llegar a su casa. La pesadilla había acabado, pero la confianza en quien nunca falla estaba más robustecida.

Doña Leonor, la esposa, declaró que, aunque no deseaba dicha experiencia para ningún hijo de Dios, ella y toda la familia alababan el nombre del Creador porque en medio de todo el sufrimiento habían aprendido dos cosas: la solidaridad del pueblo de Dios cuando se une en una cadena poderosa de oración, y el poder maravilloso de Dios para consolar, liberar y hacer que todas las cosas contribuyan para bien en la vida de los que aman al Señor.

Pr. Alejandro Bullón

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