La fuga del hijo
(Foto: Francesc Sistach)
Pero Absalón huyó y fue a refugiarse junto a Talmai, hijo de Amiud, rey de Gesur. Y David lloraba por su hijo todos los días. 2 Samuel 13:37.
La reunión había terminado y miles de personas regresaban a sus hogares, después de haber oído el mensaje en el gimnasio deportivo de San Leopoldo. Un colega se me acercó y me dijo en voz baja: "Debes conversar con aquel joven; tiene una historia linda, estuvo fuera de la iglesia durante años y su regreso fue la respuesta a las oraciones incesantes de su padre". Al fin de esa semana el mismo colega me presentó a ese anciano que durante veinte años oró, cinco veces por día, por la vuelta del hijo. Hoy, sonríe feliz porque el vástago no solo está en la iglesia, sino que participa activamente en la misión que Dios dejó a su pueblo.
¿Cuánto significa un hijo en la vida de los padres? "David lloraba por su hijo todos los días", dice el versículo de hoy. Conozco a padres que un día trajeron a su bebé para dedicarlo a Dios en el altar y hoy, crecido, el hijo no quiere saber nada de Jesús y anda por caminos escabrosos, arruinando su juventud y su futuro. Constantemente recibo cartitas de madres angustiadas pidiendo oración en favor del retorno de sus hijos.
¡Ah, mi querido padre, continúa clamando por tu hijo todos los días! Hazlo con lágrimas; coloca tu pedido en manos de Dios con insistencia. Haz como la viuda importuna: golpea, continúa tocando a la puerta (Lucas 18:1-8). Habla como Jacob: "No te dejaré, si no me bendices" (Génesis 32:26). Con certeza, el Señor tendrá compasión de tu hijo y lo traerá de vuelta.
"Pero, pastor -puedes decir-, ¿qué puede hacer Dios si la decisión es personal y mi hijo no quiere saber nada más de Jesús?" Es verdad que la decisión es personal, pero tu oración intercesora le da a Dios el argumento que él precisa para continuar trabajando en el corazón de tu hijo.
Tal vez tú seas un hijo de esos que hace mucho tiempo están apartados de Dios. Es posible que nunca llegues a comprender el sufrimiento de tu padre y mucho menos el de Dios por tu persona, pero debes saber que eres el objeto de todo el cuidado y el amor de Dios. El nunca dejó de amarte. Siempre te esperó y continuará esperando. El peligro que corres no es de que Dios se canse de esperarte, sino de que tú te canses de oír su voz llamándote y corras definitivamente hacia el desierto de la angustia y el vacío existencial.
Jesús está dispuesto a entrar hoy en tu vida y revolucionarlo todo, pero él no va a tirar abajo la puerta y entrar sin el consentimiento de tu voluntad. Tú tienes que querer, tienes de decidir. La puerta del corazón se abre sólo del lado de adentro. Jesús simplemente dice: "Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo" (Apocalipsis 3:20).
Pr. Alejandro Bullón
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