Cuando la sabiduría se transforma en maldición
Dios dio a Salomón sabiduría y prudencia muy grandes, y tan dilatado corazón como la arena que está a la orilla del mar. 1 Reyes 4:29.
Salomón es conocido como uno de los hombres más sabios de la Tierra. La Biblia dice que "para oír la sabiduría de Salomón venían de todos los pueblos y de parte de todos los reyes de los países adonde había llegado la fama de su sabiduría" (vers. 34). La sabiduría es un talento confiado por Dios para ser administrado en favor de su iglesia, la sociedad y la familia, pero cuando se torna un fin en sí misma, deja de ser una bendición y pasa a ser un Dios de barro que llena de orgullo al corazón humano.
En la vida de Salomón hubo tres etapas bien definidas. Los primeros años, cuando todavía era joven, buscaba a Dios como la única fuente de poder. En esas horas solitarias con Dios, el Señor le dijo: "Pide lo que quieras que yo te dé" (cap. 3:5). Salomón podía haber pedido riquezas, gloria y fama, pero pidió sabiduría para ser un líder justo para su pueblo. Sin embargo, el versículo de hoy dice que "Dios dio a Salomón sabiduría y prudencia muy grandes, y tan dilatado corazón como la arena que está a la orilla del mar
La segunda etapa de la vida de Salomón fue triste y vergonzosa. La sabiduría trajo junto con ella riqueza, gloria y fama, y el joven que un día había vivido una vida maravillosa de comunión diaria con Dios, no supo convivir con las luces del éxito. Se apartó de quien era el único capaz de sustentarlo. La gloria terrestre trajo el sentimiento de que él era una estrella y la fama lo hizo sentirse todopoderoso. ¿Para qué buscar a Dios si se tiene todo? ¿Para qué depender de alguien si no nos falta nada de lo que los sentidos buscan?
Sin Dios, la sabiduría, un talento que el Creador le había confiado, llegó a ser una maldición. Nada puede satisfacer en la vida mientras Dios está ausente. Esa búsqueda loca y desesperada de cosas no es nada más que el grito humano llamando a Dios. La búsqueda desenfrenada del placer llevó a Salomón a sumergirse en las aguas profundas de la promiscuidad y los serios desvíos de conducta.
Pero un día llegó al final de la línea y entonces comenzó la tercera etapa de su vida. Desde el fondo del pozo clamó, y el Señor oyó su voz; Jesús siempre está listo para oír nuestro pedido de socorro. Gracias a Dios porque Salomón tuvo tiempo suficiente como para pedir auxilio y regresar a los brazos del Padre.
Hace poco visité a una jovencita que estaba por graduarse en la facultad. Lo hice con insistencia de los padres. Yo la conocía muy bien, pues había participado conmigo en el Club de Conquistadores y en los campamentos. Pero fue a la universidad y aprendió muchas cosas. Sin embargo, todo el conocimiento que acumuló, en lugar de hacerla más útil a Dios y a su iglesia, la apartó. Se sintió superior e indiferente a las cosas divinas. Vi lágrimas en sus ojos. Percibí la lucha en su corazón. Estoy orando por el regreso de esta joven... y por ti. ¡Quién sabe si hoy tú también no puedes tomar tu decisión!
Pr. Alejandro Bullón
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