¿Qué hay detrás de las aguas?


"Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavo en ellos, ¿no quedaré limpio también?" y muy enojado se fue de allí: 2 Reyes 5:12.

La lepra estaba devorando las carnes de Naamán. Mientras podía esconder las llagas purulentas debajo de sus finos vestidos, todo estaba, socialmente, bajo control. Pero la repugnante llaga comenzó a mostrarse, y se hizo imposible seguir negando su existencia. Hay ocasiones en que la cultura, la educación, los modos refinados y la cortesía no pueden disfrazar ni esconder la triste realidad del pecado.

Naamán intentó de todo. Al fin de cuentas, era un hombre muy rico; pero el dinero no puede comprar ciertas cosas, y el orgulloso capitancillo se encontró con esa triste realidad, Finalmente, la respuesta para su problema vino a través de los labios de una niña esclava. Naamán no pensó dos veces. Preparó los carros, los cargó con muchos regalos y corrió a comprar el remedio. Uno de los grandes problemas del mundo en que vivimos es que aprendemos a que todo hay que comprarlo, y cuando alguien nos ofrece algo gratis, lo miramos con desconfianza, porque generalmente lo que es gratis no sirve para mucho.

Pero Dios trató el problema de Naamán de una manera diferente de la que él esperaba. Naamán pensó que el profeta lo recibiría con mucha ceremonia y lo convertiría en la estrella de la situación; pero con Dios las cosas no funcionan de ese modo. El profeta sólo envió la orden de ir al Jordán y lavarse siete veces. Naamán se indignó y preguntó: "Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel!"

Lo que Naamán no sabía era que no había ningún poder sanador en las aguas del Jordán, como no lo hay tampoco en el bautismo o en el hecho de pasar al frente y aceptar a Jesús. Lo que el capitán sirio necesitaba aprender era que los métodos divinos generalmente tienen por objeto mostrar la insuficiencia humana, no porque Dios se deleite en hacer que el hombre se sienta una criatura insignificante, sino porque el ser humano necesita entender que la salvación viene de arriba. La vida viene de afuera, la justicia viene de Cristo.

A lo largo de la historia, el enemigo siempre trató de probar lo contrario. "Si comiereis de este árbol seréis como Dios", le dijo al primer matrimonio. "Concéntrese en usted mismo y trate de sacar la energía interior", dice hoy. "Piense positivamente: Dios está dentro de usted, mire hacia dentro, usted es su propio Dios".

El hombre moderno muchas veces se pregunta: ¿Para qué sirve la iglesia? ¿Para qué sirve Jesús? ¿No son Abana y Farfar mejores que todas las aguas de Israel? No, no son. Sólo que para descubrirlo, muchas veces el hombre tiene que vivir años de angustia y soledad.

Pr. Alejandro Bullón

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