Demasiado tarde


Samuel se volvió para irse, pero él se asió de la punta de su manto, y éste se desgarró. Entonces Samuel le dijo: "Jehová ha desgarrado hoy de ti el reino de Israel y lo ha dado a un prójimo tuyo mejor que tú". 1 Samuel 15:27, 28.

En la Biblia encontramos repetidas veces el caso de hombres desesperados al darse cuenta de lo que habían perdido para siempre. ¿Te acuerdas de Esaú, que en un momento de liviandad vendió algo tan sagrado como era la primogenitura, por un plato de lentejas? Cuando Esaú se dio cuenta, lloró ante su padre diciendo: "¿No has guardado bendición para mí?" (Génesis 27:36). Pero el tiempo había pasado y el reloj de la vida había dado las doce campanadas. Era demasiado tarde.

Sansón es otro caso típico del hombre que juega con lo más santo, puro y bueno que recibió de Dios. Un día Dalila gritó: "¡Sansón, los filisteos sobre ti!... Sansón despertó de su sueño... Pero no sabía que Jehová ya se había apartado de él" (Jueces 16:20). Jugó y jugó con las oportunidades, pero el reloj de la vida había dado las doce campanadas. Era demasiado tarde.

En el versículo de hoy encontramos al rey Saúl en una actitud desesperada. "Perdona, pues, ahora mi pecado. Vuelve conmigo para que adore a Jehová", suplica al profeta Samuel (vers. 24, 25). Con tristeza, ve partir para siempre su gran oportunidad. Nunca tomó en serio los requisitos divinos; jugó con la paciencia de Dios, y ahora toma la punta del manto de Samuel tratando de asegurar lo que se le escapa. Para desesperación suya, ve que la capa se rasga. El reloj de la vida da las doce campanadas. Es demasiado tarde. El profeta lo mira y le dice: "Jehová ha desgarrado hoy de ti el reino de Israel".

¿Por qué será que al ser humano le gusta tanto jugar con las oportunidades que Dios le da? ¿Por qué será que cuando las oportunidades están en nuestras manos, tenemos la impresión de que siempre estarán allí? El otro día encontré a un hombre herido por la vida. Con los ojos llenos de lágrimas, me decía: "Se acabó, todo acabó para mí".

El mensaje de hoy es: Escucha la voz de Dios mientras te habla. Aprovecha las oportunidades que él te da mientras es el tiempo oportuno y el día de salvación todavía no llegó a su fin. El Señor está ahí, con los brazos abiertos. Cae de rodillas delante de él y di: "Señor, no tengo fuerzas, las luces del mundo ofuscan mi visión, necesito tu perdón, tu gracia, pero necesito también tu poder".

Al salir hoy a las actividades del día, lleva un cántico en tu corazón. Cree en la victoria que Jesús es capaz de darte. Tómate del brazo poderoso del Padre, y por la tarde retorna a casa victorioso/a en Cristo.

Pr. Alejandro Bullón

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