¿Liberal o conservador?
El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido. Romanos 14:3.
Lamentablemente, la religiosidad de algunas personas se encasilla en bandos, y así se habla de los liberales y de los conservadores. Tal encasillamiento obedece a menudo al afán de condenar a otras personas que puedan tener ideas diferentes de las nuestras, pero no necesariamente malas. Es importante notar que tales distinciones no se encuentran en la Biblia. Más bien hay en ella llamamientos a la tolerancia. La intolerancia es uno de los "pecados blancos" más prevalecientes en la iglesia. Abunda el sentir de que cualquiera que no piense o interprete la Biblia igual que yo debe ser rechazado.
Es cierto que la iglesia tiene normas que no deben ser violadas ni rebajadas; de lo contrario, pronto no habría iglesia, sino solo un grupo de personas cada una de las cuales haría lo que mejor le pareciese. Sin embargo, por mucho celo que podamos sentir por la iglesia, sus doctrinas, sus prácticas, su estructura, sus integrantes y sus dirigentes, debemos ser conscientes de que la propia Biblia se define en favor de la tolerancia en cosas que no son de consecuencia.
Lo que Pablo nos recuerda hoy es el elemento común que debiera prevalecer en la congregación del Señor: reconocer que "Dios lo ha recibido". Si Dios lo ha recibido, ¿quién soy yo para rechazarlo? El juicio pertenece a Dios y debo someterme a la dirección de Dios y no seguir mis inclinaciones naturales de estar condenando a todo el mundo.
Pablo usa la cuestión de la comida a modo de ilustración para llamar la atención a algo mucho más grande: Debemos amarnos de tal manera que seamos capaces de tolerar las diferencias. El llamamiento a la tolerancia es que pongamos al otro primero, porque "Dios lo ha recibido". En realidad, el apóstol está haciendo mucho más que abogar por la tolerancia: está demandando un amor de corazón puro que nos ayude a ser menos dados a condenar y que amemos hasta al pecador, tal como lo hace Cristo. Sí, no hay duda: las normas están para ser guardadas, y las doctrinas deben considerarse inviolables. Sin embargo, el amor es el elemento unificador que nos mantiene como quiere Cristo. Él pidió en su oración: "Que todos sean uno". Que el Señor nos ayude a ser más tolerantes con los demás.
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1 Reyes 1:1-2:46; Romanos 14:1-46
Pr. Ismael Leito
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