SE DEBEN EXALTAR LOS PRINCIPIOS DE LA REFORMA

"Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de éstas" (Apoc. 1:19).

El principio que se nos ha llamado a sostener en este tiempo es el mismo que ha sido mantenido por los adherentes del evangelio en los días de la gran Reforma. Cuando los príncipes se reunieron en ocasión de la Dieta de Spira en 1529, parecía que la esperanza del mundo estaba por ser aplastada. En esta asamblea se presentó el decreto del emperador, restringiendo la libertad religiosa y prohibiendo toda otra diseminación de las doctrinas de la Reforma...
Los grandes problemas del mundo dependían de la acción de unos pocos héroes de la fe. Los que habían aceptado las verdades de la Reforma se congregaron y su unánime decisión fue: "Permítasenos objetar el decreto. En asuntos de conciencia, la mayoría no cuenta". Confeccionaron su protesta y la sometieron a los poderes congregados...
En este último conflicto, Dios ha comprometido en nuestras manos el estandarte de la verdad y la libertad religiosa que estos reformadores sostuvieron en alto. Los que fueron bendecidos con el conocimiento de su Palabra son responsables por este gran don. Debemos recibir la Palabra de Dios como autoridad suprema. Debemos aceptar su verdad como algo personal. Y seremos capaces de apreciar estas verdades sólo cuando las investiguemos por nosotros mismos, por medio del estudio personal de la Palabra de Dios...
Las iglesias protestantes, habiendo aceptado doctrinas que la Palabra de Dios condena, las enaltecerán e impondrán sobre la conciencia de la gente, así como la autoridad papal presionó sus dogmas sobre los abogados de la verdad en los tiempos de Lutero. Nuevamente, se ha de librar la misma batalla y cada alma será convocada para decidir de qué lado de la controversia ha de estar.
Aquellos que no estén dispuestos a ver la verdad y recibirla, porque involucra una cruz, abrirán las puertas a las tentaciones de Satanás. Él los guiará, así como lo hizo con Eva en el Edén, a creer en una mentira. La verdad por la cual podrían haber sido santificados será puesta a un lado para aceptar un engaño agradable presentado por el destructor de las almas.
Con frecuencia descubrimos que las verdades más preciosas parecieran estar muy cerca de ciertos errores que son fatales. El descanso que Cristo prometió a quienes deseen aprender de él es visto como cercano a la indiferencia y la quietud del cuerpo y multitudes pasan por alto el hecho de que este descanso se encuentra únicamente llevando el yugo de Cristo y soportando su carga, poseyendo su humildad y mansedumbre (Manuscrito 100, 1893).

E. G. W.

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